La bruma etérica o áurica es un fenómeno alquímico y atmosférico sincronizado. Consiste en la suspensión de partículas diminutas de agua de manantial y otras materias como aceites y polvo de especias.
Al accionar el pulverizador de una bruma, se libera en formas sutiles una inmensa cantidad de microscópicas burbujas, impregnadas de esencias florales y aromas vibracionales. Una lenta maduración de tinturas madres en cuencos de barro cocido, van maridándose en diferentes procesos de transformación de tierra, de agua, de aire y de fuego.
Las brumas áuricas traen la sensación reconfortante del rocío veraniego en el suelo de montaña; atravesando los diferentes campos energéticos que rodean nuestro cuerpo físico. Estos preparados son una fiesta que traen la frescura del bautismo, acompañando el viaje profundo de un masaje o la resonancia imperceptible de una sesión de Reiki.
Entregarnos a las brumas etéricas es como vivir un amanecer en el mar; que a veces nos acaricia el rostro, a veces nos besa el pecho, y otras veces nos refresca los pies para seguir el camino. Las flores y las hierbas junto a los aceites esenciales, comienzan un maridaje diferente encima nuestro, para traducir herméticos mensajes que se manifiestan en nosotros, en lenguajes no conocidos.
Cuando esperamos abiertos, la energía del Universo o las palabras sagradas de los maestros que están en el alma, tenemos ante nosotros la gran tarea de «limpiar» esos planos imperceptibles que nos cubren; que pueden ser livianos como un velo de gasa o pueden ser una coraza de acero impenetrable.
Las brumas áuricas nos traen las Flores del Uritorco en su más liviano esplendor, para la realización de lo profundo, navegando las más serenas aguas de nuestra corporalidad.