La bruma etérica del cuerpo intelectual toma la energía de los patrones de aprendizajes indispensables; de los mecanismos de entendimiento y praxis para la resolución. Podemos valorar la necesidad de esta enseñanza como ejercicio de nuestra capacidad de entender y de aprender. Este es el lugar de la razón profunda que se encuentra en la cabeza como corona de nuestra materialidad. Podemos ver este lugar como templo del reino mental, el santuario inaccesible de los pensamientos; siempre con atenta vigilancia del discernimiento, para poder distinguir los procesos mentales que nos ayudan y los otros que nos confunden; produciendo dolor en nuestra vida y a las personas, que de alguna manera están sometidas al resultado de nuestro razonamiento. El consciente y el inconsciente, lo que está adentro y lo que está afuera.