La bruma del cuerpo energético toma la energía de la dinámica vital, el movimiento de la vida. Un tubo de luz vertical que se sostiene en el centro del cuerpo, desarrollándose hacia arriba y hacia abajo; desde el corazón hacia la cabeza y hacia los pies. Un interminable sistema de poleas luminosas se encadena en engranajes dinámicos que transforman el espacio, entre lo físico y lo etérico, en una usina de transformación y crecimiento. El motor de la vida se disparó para siempre en este plano y ya no hay forma de pararlo. Solo una fuerte determinación de no existir podría lograrlo. La actividad de la vida es una rueda de energía que recibe y a la vez se retroalimenta; poniendo en funcionamiento todos los sistemas de la realización personal. Desde el centro del corazón se expande hacia cada átomo, cada pedacito de nuestro ser. En un camino de peregrinación avanza intensamente desde la cabeza hacia la planta de los pies.