Nuestro sistema familiar constituye el origen y sostiene con energía amorosa nuestra existencia, no siempre libre de implicancias en nuestras relaciones primarias, como también por episodios familiares, vividos por nuestros padres o abuelos, o aun en otras generaciones. Poner una mirada diferente en nuestra familia y en nuestros antepasados puede ser la solución de aspectos negativos de nuestra vida. Aun cuando no conocemos parte de nuestra historia, todo está grabado en el eterno presente de nuestra alma colectiva. Las flores de los ancestros nos acompañan en un proceso de reconocimiento de los laberintos emocionales que se entroncan en dos caminos, dos vertientes fundantes: la de nuestra madre y la de nuestro padre.
Número 36: Aguaribay
Nos acompaña en un proceso de entender que “siempre pertenecemos”, una afirmación que no siempre es tan firme, tal vez por ser más tacita que explicita. Nos abre la manera de ver a las personas, para entender que nadie es ajeno a mi existencia. Estas afirmaciones constituyen un movimiento inicial hacia otros procesos personales que resultaran de mayor resonancia en mi vida. Personas que no aceptan su origen. Desarraigo. Sentirse completo en cuanto a las relaciones personales pero con una sensación inexplicable de soledad. Adopción desconocida. Sospechar del origen. Auto-discriminación. Xenofobia.
Una flor para sentir que SOY y PERTENEZCO.
Número 37:Quebracho
Nos acompaña en un proceso de recuperar la confianza en nuestro propio proyecto personal, tomando la fuerza masculina que nos precede y dejando las “cargas heredadas” que frenan nuestro desarrollo personal. Nos ayuda en el aprendizaje de ser un hombre en todas las dimensiones. Fracasos en empresas personales. Inestabilidad emocional. Proyectos laborales que se frustran. Desorientación vocacional. Tomar la línea de hombres de nuestro sistema familiar, nos ayuda a vivir nuestra masculinidad, liberándonos de implicancias sistémicas.
Una flor para tomar mi linaje MASCULINO.
Número 38: Cardo Santo
Nos acompaña en un proceso de recuperar la confianza en nuestro propio proyecto personal, tomando la fuerza femenina que nos precede y dejando la “cargas heredadas” que frenan nuestro desarrollo personal. Nos ayuda en el aprendizaje de ser una mujer en todas las dimensiones. Fracasos en empresas personales. Inestabilidad personal.
Proyectos laborales que se frustran. Desorientación vocacional. Tomar la línea de mujeres de nuestro sistema familiar nos ayuda a vivir nuestra femineidad liberándonos de implicancias sistémicas.
Una flor para tomar mi linaje FEMENINO.
Número 39: Cactus de los Ancestros: Rufida
Nos acompaña en un proceso de recuperar la confianza, para sanar el dolor que nos produce la soledad, ayudándonos a recuperar nuestra identidad y la historia personal. Trabajan sobre nuestras inseguridades que permiten la intromisión de otras personas en nuestros asuntos. Dolor que nos da la soledad. Sensación de ser rechazados. “sentirse diferente“ a todos. Exilio. Escaparse. Mudanzas obligadas, separación de los hijos. Oveja
negra de la familia. Adopción. Abandono. Separación de hermanos. Peleas por herencias o lugar de poder en la familia.
Es una flor que nos trae: la FAMILIA en el corazón.
Número 40: Jarilla
Nos acompaña en un proceso de tomar a nuestra madre, recibir la transmisión de lo femenino en primer grado. Trabaja en el aprendizaje filial de ser madre, de recibir la vida renovada en un hijo que llega. Nos ayuda a comprender la dicotomía entre el amor absoluto y el “soltar” al hijo. Dificultades en el abordaje y permanencia en las relaciones
personales. Parejas conflictivas. Celos. Sensación de inferioridad frente a otras mujeres y de inseguridad frente a los hombres. Imposibilidad de embarazo. Miedo a la maternidad. Trastornos sexuales. Posesividad.
Una flor para SER MUJER tomando a MI MADRE.
Número 41: Cina cina
Nos acompaña en un proceso de tomar a nuestro padre, recibir la transmisión de lo masculino en primer grado. Trabaja en el aprendizaje filial de ser padre, de trasmitir la vida renovada en la concepción de un hijo. Nos ayuda a comprender la fuerza de la” presencia” en la paternidad. Dificultades en el abordaje y permanencia en las relaciones
personales. Parejas conflictivas. Celos. Sensación de inseguridad frente a las mujeres y de inferioridad frente a otros hombres. Trastornos de fertilidad. Miedo a la paternidad. Trastornos sexuales.
Una flor para ser HOMBRE tomando a MI PADRE.
Número 42: Algarrobo
Nos acompaña en un proceso de mirar a nuestros padres desde el lugar de hijos, amándolos y honrándolos comprendiendo nuestra historia familiar como un tablero de fichas que aún podemos mover, mas allá de las distancias, del tiempo, y de relaciones que nos pueden parecer dolorosas e irreconciliables. También aprendemos a ser grandes para sostener a nuestros hijos, transmitiendo el interés por el sentido de la vida, librándolos de nuestros dolores, miedos y frustraciones. Distanciamiento con los padres. Relaciones culpógenas. Competencia. Sentirnos superiores a los “viejos”. Imposibilidad para pedirles. No tener tiempo para ellos. Abandonarlos. Olvido. Falta de dialogo con nuestros hijos. No tener tiempo. Imagen desdibujada frente a ellos. Competencia. Preocupación excesiva por ellos. Control desmedido. Abandono. Falta de autoridad.
Una flor para ORDENAR nuestros VÍNCULOS PARENTALES.