El miedo es una de las emociones primarias de nuestra existencia. Es una sensación de baja vibración que está relacionada con la negatividad de nuestros pensamientos, que ante situaciones y estímulos marcaron el ADN de nuestra emocionalidad. 

Los miedos funcionan como un mecanismo de alerta. Por eso es difícil salir de la tribulación o de los riesgos imaginarios, ya que podría ser la respuesta adecuada al síntoma de la angustia por lo que pueda pasarnos. De esta manera, el miedo se transforma en el principal obstáculo en la concreción de sueños y metas personales. 

A través de los tiempos y de las culturas, ha funcionado como herramienta del mal para entorpecer el crecimiento y la evolución personal. Tenemos que tener clara conciencia del daño que produce en nuestra vida, que de forma silenciosa va minando partes fundamentales de nuestra estructura psíquica y emocional hasta dejarnos atados de pies y manos. 

Esta perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo real o imaginario es un sentimiento común a todas las personas, en mayor o menor grado. Algunos miedos tienen tienen un valor de supervivencia y otros son reflejos de implicancias sistémicas, que nos marcan y nos determinan. Aun las primeras que representan riesgos reales y de necesaria actitud defensiva, pueden controlarse en un proceso de autoconfianza y comprensión de estas situaciones de alerta. Algunas personas pueden sentir que los miedos-fantasmas están ocupando un espacio vital que obstruye todas las posibilidades de expansión. 

Tomar de estas Flores la confianza ante la sequía y la más dura tempestad es una parábola del intercambio que pueden generar entre el preparado de las Flores y su fuerza, con el corazón y la intuición de quien las toma. Un puente que nos lleva a un lugar seguro de nosotros mismos.