En el chakra 3 la fuerza del agua se pone en torbellino que agita las tripas y las estructuras emocionales. Todo este movimiento conspira para poder «sentir». Descubrir que podemos hacerlo, para salir del aislamiento. Cuando conectamos con esta fuerza interna que rompe con el adoctrinamiento, dejamos de reprimir la expresión de la emotividad; en una cultura que pone en valor el atragantarse y considera débiles a los que muestran su sensibilidad. Es un lugar de intuición y contacto con las emociones; es la posibilidad de adaptabilidad a la realidad que nos rodea y condiciona. Cuando podemos fluir con el afuera, aprendemos sobre la prudencia, que no es tener miedo; es la facultad de discernir sobre lo que siento y lo que debo hacer. En esta certeza que siempre es subjetiva, puedo decir que no al odio, que me provoca el daño que puedan hacerme. Esta revolución de las tripas nos saca de la inconformidad y el desconsuelo, para permitirnos vivir con alegría. En este lugar aprendemos a mirarnos sin miedo, y entendemos la dinámica de la causa y del efecto para hacernos cargo de nuestra propia vida.