El camino de la abundancia requiere necesariamente alinear la energía superior con la materia, extender un brazo hacia lo infinito y enterrar la otra mano en el barro para tomar de la tierra sus frutos, agradeciendo hacia arriba porque son regalos del cielo que el universo nos ofrece para nuestra completud.
Las manos abiertas, el corazón abierto, los ojos abiertos; es un juego para dar y recibir, es la dinámica abundante del universo. La abundancia es un reflejo de la manera en la que administramos nuestros recursos, nuestros pensamientos, y de cómo nos relacionamos con los demás. Con frecuencia utilizamos las palabras abundancia, riqueza y prosperidad como sinónimos, aunque es interesante poder ver los matices que las diferencian.
La riqueza está asociada a la abundancia de dinero y podemos ver la connotación negativa que muchas creencias e ideologías le han atribuido a través del tiempo y de diferentes culturas. Este genoma cultural culpógeno ha generado en muchas personas la resistencia inconsciente a la obtención del dinero, porque internamente hay una convicción de que no es bueno, que vehiculiza todo lo malo y lo degradante. Es una creencia tan alejada de la verdad que deja sin sentido la situación de muchas personas. La única verdad está encerrada en cómo conseguimos y cómo empleamos el dinero.
La prosperidad es la abundancia en su medida y en movimiento, está ligada a la conexión interna con nuestro sentido del merecimiento, el desarrollo de la confianza y una actitud reverente ante la fuente de la providencia suprema. La conciencia de la necesidad de un intercambio amoroso entre lo que damos y recibimos.
Estas Flores nos traen la energía para ver nuestras manos abiertas, capaces de tener todo lo que necesitamos y construyendo depósitos de abundancia, que se vacían y se llenan todo el tiempo; circulando, girando y fluyendo con la vida.